HILANDO HISTORIAS:
Una experiencia de bordado colectivo en el costurero Entre hilos[1]
Annie Jénifer Gomez Vargas y Paola Zambrano Velasco[1]
Resumen
La costura, el bordado y el tejido, tradicionalmente han sido comprendidos como oficios relacionados naturalmente con habilidades propias del ideal de feminidad y de las mujeres en sus roles como madres y esposas. Sin embargo, diferentes apuestas artísticas y políticas de movimientos feministas han realizado procesos de resignificación de estos oficios como potentes medios artísticos y de reivindicación de la feminidad, que se articulan a cuestionamientos sobre el lugar de las mujeres en la sociedad y la búsqueda de reconocimiento de las condiciones socioculturales desde donde se construyen las relaciones y roles de género. Las acciones de costura colectiva se potencian desde la valoración del quehacer manual común, donde se encuentran quienes tienen cosas por enseñar y algo por aprender, pues no se juzga la calidad del bordado o la autoría individual; el bordado abre las posibilidades de un diálogo que permite un enlace entre el arte textil y lo que significa para cada participante el hilar una historia desde los saberes propios, cotidianos.
A partir de estas consideraciones, desde el semillero de investigación Visualogías surgió la propuesta de conformar el costurero Entre-hilos, quienes realizamos actividades de bordado colectivo y de reflexión sobre la resignificación de los oficios textiles y su relación con cuestiones de género. Con el propósito de analizar las conexiones entre el bordado con el acto de hablar y de narrar, establecidas por las conversaciones que surgen en medio de las labores de aguja y con la dificultad que históricamente hemos tenido las mujeres para ser escuchadas y tener el derecho a la palabra, esta ponencia presenta el proceso y las reflexiones generadas en el proyecto Hilando Historias. A partir de una serie de encuentros de bordado colectivo, se pudo reflexionar conjuntamente sobre la voz de las mujeres y los silenciados socialmente, sobre qué es aquello que narramos cuando nos juntamos a bordar, y qué queremos decir a través de las agujas y los hilos. En esta experiencia, nos juntamos varias mujeres a hilar nuestras voces y compartir puntadas en un espacio creativo de prácticas artísticas textiles como forma de conocimiento, de cuidado y de sensibilización sobre la diversidad.
Siguiendo el hilo
El hacer textil ha estado presente en la vida de las mujeres de formas diversas, permitiéndonos ya sea individual o colectivamente, hilar historias y remendar memorias que se entretejen permanentemente. Entendemos el trabajo colectivo en bordado, como en una posibilidad de transgredir los elementos y valores femeninos planteados desde una inferioridad naturalizada, así como darle importancia a las habilidades manuales de las mujeres, consideradas tradicionalmente desde su carácter artesanal y no propiamente artístico o expresivo. En este sentido, en el marco de las movilizaciones sociales realizadas durante los meses de mayo y junio de 2021 en Colombia, un grupo de docentes y estudiantes (principalmente mujeres) de la Universidad del Cauca, nos reunimos para realizar una pequeña imagen tejida o bordada, que después fue unida para hacer una sola pieza a manera de colcha que se dispuso en un espacio público definido por el grupo de participantes[1]. Durante las diferentes jornadas de acción colectiva de bordado, cada participante expresó mediante los hilos sus reflexiones acerca de la situación social que se estaba viviendo. En este espacio también se propuso cuestionar la jerarquía de medios y técnicas creativas, y reivindicar las labores de aguja que históricamente se asociaron exclusivamente a cierto ideal femenino de decoro y sumisión, y así, resignificar el arte textil y sus posibilidades políticas y poéticas como forma de conocimiento, de construcción de relaciones afectivas y de manifestación frente a diversos acontecimientos sociales.
Una temprana apuesta de resignificación de los oficios textiles, se puede rastrear en el trabajo de mujeres sufragistas de finales del siglo XIX, quienes recurrieron a las labores del bordado y la costura como ejercicio subversivo, creando sus propios elementos de protesta y propaganda de sus luchas por el derecho al voto y reivindicación del lugar de la mujer en la sociedad. El uso en el espacio público de labores tradicionales textiles consideradas exclusivamente de uso decorativo, se convirtió en una posibilidad de transgredir la valoración del bordado como una actividad femenina asociada a la opresión de la mujer en el espacio doméstico, para constituirse como medio de expresión, emancipación y denuncia, cuando los hilos, agujas y telas se desplazan de la casa a la plaza (Alcaráz 2016).
Durante las sesiones de bordado colectivo y en las reuniones de discusión del semillero Visualogías, identificamos que es frecuente la presencia de palabras escritas en diferentes apuestas artivistas en bordado, así como en la obra de diferentes artistas contemporáneas que trabajan desde las artes textiles. Las palabras y frases bordadas en los ejemplos que revisamos y en nuestros propios bordados, aludían a diferentes situaciones y problemáticas que enfrentamos las mujeres, donde generalmente se alude a la denuncia de situaciones de violencia y vulneración. A partir de la lectura crítica de textos de referencia y de reflexiones de nuestra propia experiencia, identificamos que es frecuente que la voz de las mujeres sea silenciada y que cuando se nos permite hablar, generalmente se pone en cuestión nuestras versiones, como es el caso de las víctimas de violencias contra las mujeres. Voces que se matizan o se silencian en mujeres indígenas, afro, de diversos estratos socio económicos, o preferencias sexuales.
Aún más grave resulta la situación de las mujeres sordas que han sido víctimas de algún tipo de violencia, pues son mayores las dificultades que tienen para poder denunciar a sus agresores. Teniendo presente que de acuerdo a la información del DANE (2010), el departamento del Cauca cuenta con un total de 6.280 personas Sordas, de las cuales 1.340 se encuentran en la ciudad de Popayán, y a partir de nuestra propia experiencia cercana con personas sordas desde nuestras labores como docentes y estudiantes, consideramos relevante incluir en las prácticas del costurero el conocimiento del lenguaje de señas y su difusión desde el bordado. Además del aislamiento social que ya deben enfrentar en una cultura mayoritariamente oyente, la población sorda tiene mayores dificultades de comunicación en el marco de la pandemia del covid-19. El aislamiento social y las medidas de autocuidado como el uso del tapabocas impiden la lectura de los labios y de gestos del rostro que son importantes en su forma de comunicación. La propuesta del proyecto Hilando Historias del costurero Entre-hilos, surgió entonces como un costurero colectivo, abierto a la comunidad universitaria de Unicauca, con el propósito de reflexionar conjuntamente sobre la voz y la palabra de las mujeres en toda su diversidad, incorporando el uso de lengua de señas en la propuesta, como forma de sensibilización frente a la diversidad en nuestra comunidad universitaria, y de inclusión a la comunidad sorda desde las artes textiles. Si bien discutimos sobre las dificultades que tenemos para ser escuchadas y el riesgo constante de silenciamiento de nuestras voces, también reflexionamos sobre las posibilidades que nos brinda el bordado para expresarnos en cada puntada, remendar lo roto en nuestras vidas y unirnos como grupo diverso de mujeres.
Primeras letras, primeras puntadas
Nuestro proceso de construcción del costurero, estuvo atravesado por las dinámicas de encuentro remoto que nos impuso la pandemia, aunque también tuvimos la oportunidad de tener algunos encuentros presenciales. Previo a nuestro primer encuentro, socializamos a través de video diferentes opciones de puntadas y el manejo de los materiales de trabajo en bordado. Como primer encuentro con el bordado, partimos de un ejercicio práctico en el cual se le pidió a cada participante bordar una letra, que podía ser la inicial de alguna palabra que les interesara o escoger la letra por su forma o diseño. Además de permitirnos un acercamiento o reencuentro con el bordado y su práctica en un sentido técnico (aprender o recordar puntadas), este primer ejercicio nos permitió dar inicio a las reflexiones sobre nuestros intereses de vinculación a las labores de aguja y su relación con la voz femenina.
Al compartir esa primera experiencia de bordado, que, si bien realizamos individualmente, surgieron interesantes evocaciones colectivas, asociadas a memorias de infancia donde ya fuera por enseñanza impuesta en el colegio, o por observar a nuestras madres y abuelas realizar labores de costura, pudimos identificar entonces que el tejido, el bordado y la costura no han sido actividades ajenas a nuestras vidas. En esta evocación también se dio la posibilidad de reflexionar sobre el uso y escogencia de algunos materiales que tienen una carga emotiva y de legado familiar para la elaboración de los bordados. Telas, hilos y madejas reencontradas, heredadas de nuestras madres y abuelas, nos permitieron tirar del hilo de las conexiones afectivas con las labores de aguja. Estas conexiones afectivas también se manifestaron en la escogencia de la letra a bordar. Además de compartir la imagen de la letra bordada, cada participante socializaba a su vez la historia detrás de esa letra, los motivos de su escogencia y las reflexiones que surgieron de su elaboración. Principalmente se realizaron bordados de la letra inicial de los nombres o apellidos de familiares y seres queridos, incluyendo las especies de compañía. Una forma de manifestar afecto desde el quehacer textil, como tradicionalmente realizan madres y abuelas al preparar ajuares o dar algún regalo marcado y realizado especialmente para un ser querido.
También se manifestaron diferentes sensaciones agradables al manipular los hilos, aunque también de extrañeza ante una labor pocas veces realizada previamente, probablemente por el prejuicio ante el bordado como una actividad pensada sólo para el entretenimiento de las mujeres. Se destacan asuntos como el particular sonido que se genera cuando la aguja atraviesa la tela y algunas sensaciones táctiles respecto al manejo y cuidado de los hilos.
Así como la letra bordada representa el inicio de una palabra completa y la historia que se hila de ella, este ejercicio de introducción al bordado nos permitió dar comienzo a las reflexiones sobre la voz y la palabra femenina, sobre lo que implica la posibilidad de hablar y ser escuchadas para las mujeres. Estas reflexiones se acompañaron de la lectura y socialización del texto La voz pública de las mujeres de Mary Beard, quien, desde un rastreo y análisis de historias de la antigüedad clásica, nos presenta algunos casos de silenciamiento de la voz pública de las mujeres frente al poder que históricamente se ha atribuido a la palabra y voz masculina. El texto nos presenta algunos casos como el de Penélope quien encuentra en el telar la posibilidad de expresarse ante el acallamiento y desautorización por parte de su hijo Telémaco, o el mito de Filomena, mujer violada y silenciada al perder su lengua para no poder contar su historia, y que acude a los hilos para denunciar a su agresor. Este tipo de historias nos permitió considerar cómo aun en nuestro presente, en diferentes situaciones de nuestra cotidianidad, la palabra de las mujeres no es respetada ni valorada como voz de autoridad, frente a las voces dominantes masculinas.
Primeros sentimientos entramados
El bordado se puede considerar como un ejercicio de elaboración individual, personal e íntima, una sola mano con una sola aguja traspasa la tela y dejan marcas con los hilos, un solo cerebro diseña y mueve los músculos para dirigir el hilo en unas puntadas que conforman la imagen que se quiere plasmar. Un solo corazón y un alma imprimen el sentimiento a la obra, misma que puede ser un remiendo de una prenda querida o necesitada, esa que no se quiere tirar a la basura o a la que se dan segundas y terceras oportunidades; obra que puede ser un regalo, una dedicatoria; o que puede ser un encargo, de esos que las familias, amigos o conocidos nos hacen porque encuentran bello nuestro trabajo, pero ¿Qué sucede cuando todas esas soledades, individualidades, corazones y almas únicas se juntan a bordar?
El taller Ecos de la voz, giró en torno a dialogar sobre cuándo nos sentimos vulnerables como mujeres, tomamos una hoja y escribimos, algunas tímidamente, otras desenfadadas y otras empuñando fuerte el lapicero, silencios largos, miradas tristes, miradas cómplices, se rompió el hielo mencionando el sonido de las palomas, lo bonito del lugar donde estábamos, pero nadie se atrevía a compartir lo vivido, eso que nos había hecho sentir vulneradas, surgen algunas preguntas, si el ejercicio es sobre bordado ¿Por qué estamos hablamos de vulnerabilidad? ¿Por qué tengo que contar mis intimidades? ¿Las demás contarán sus sentimientos más íntimos? … de repente… se empiezan a escuchar los testimonios y una vez abierta el alma, ya no hay más silencio, hablamos y se empiezan a entramar los primeros sentimientos.
La charla avanzó entre quienes sintieron que sus cuerpos fueron vulnerados, quienes sintieron que sus pensamientos han sido rechazados, a quienes sus familias las han juzgado, miedos pasados que están presentes, opiniones de encuentro y desencuentro; y nos empezamos a dar cuenta que siendo mujeres de diferentes edades, con diferentes ocupaciones, con diferentes contextos, convergemos en unos mismos sentimientos, inicialmente negativos, pero que al hablarlos y posteriormente, al bordarlos, se empiezan a transformar en sentimientos de poder y reivindicación.
Se sugirió que mientras nos escuchamos, bordemos por repetición, una palabra o expresión que haya retumbado en nosotras mientras escribíamos aquellas experiencias de vulnerabilidad, manos a los hilos y mientras hablábamos o había silencios, bordábamos de manera repetitiva la palabra, palabra del código alfabético que se empezó a transformar en puntadas simbólicas, en colores representativos, en algunas marcas que sólo la autora podría comprender; avanzado el diálogo brotaron algunas lágrimas, de tristeza, de solidaridad y de esperanza, en algunos momentos nos quedamos cortas en expresar un consejo o una palabra de aliento, pero estar allí ya era un acto de sororidad.
Se bordan las palabras: “Culpa, No, Por qué, Cinco, Por ser mujer, Miedo”, se bordan palabras al derecho y al revés; entre las reflexiones y obras realizadas se pueden destacar aquellas que representan: los sentimientos entramados y el idioma de los hilos como aquella voz que no se escucha sino que se palpa, se diseña y lee con los sentidos, ejercicio que nos atrevemos a comparar con la lengua de señas, lengua que representa la voz humanos sordos, que en ocasiones se encuentran en mayor vulnerabilidad, La lengua de señas colombiana se constituyó para nosotros en el transcurso de la experiencia, en un detonante y medio para comunicar y emular nuestras voces, silencios y silenciamientos.
[1] Esta iniciativa surgió del taller - conversatorio denominado El poder de los hilos, realizada desde el proyecto de interacción social Agenda Académica Arte & Alteridad 2021, de la Facultad de Artes de la Universidad del Cauca.
Fotografía 1. sesión de bordado presencial, costurero entre-hilos
Fotografía 2. sesión de bordado presencial, costurero entre-hilos
Por ser mujer: Se hilan las historias, hilos que hablan de silencios y voces silenciadas
Hasta el momento nos habíamos encontrado de manera virtual a dialogar sobre eventos históricos en torno al bordado, caminamos por la exploración de puntadas, emprendimos la creación del bordado de una letra, luego una palabra, y empezamos a entender que el hilo, aunque suena al atravesar la tela, no se escucha como una voz corriente al hablar, pasamos del uso de las grafías alfabéticas al uso de símbolos, colores, e imágenes con posibilidades de ser leídos y escuchados con el tacto, la vista, el olfato, el gusto, el oído y en particular, de ser escuchados desde las propias historias de vida, que como se mencionó en líneas anteriores, convergen a pesar de nuestra heterogeneidad.
Los momentos de encuentro virtual estuvieron acompañados por una mujer sorda y su intérprete de lengua de señas, las dos, interesadas en la imperativa necesidad de escuchar las voces femeninas y la de construir narrativas textiles auténticas que nos representan. A lo largo de los encuentros empezamos a comprender varios asuntos que nos permitieron reflexionar sobre la diversidad de la voz, esa que tiene sonido y la que no lo tiene.
Fotografía 3. sesión de bordado remota, costurero entre-hilos
Las mujeres sordas a pesar de no poder emitir sonidos que expresan palabras, también son silenciadas desde miradas discriminatorias, desde miradas de desigualdad, por otras mujeres, por sus familias y en muchas ocasiones, ellas mismas se silencian. La lengua de señas, que en muchos casos es inventada por las mismas familias para lograr una comunicación, media en la interacción de las mujeres en el mundo de los oyentes; sin embargo, no es suficiente en todos los casos para sentar una posición o para realizar una denuncia. De manera egoísta, creemos que hay una especie de problema o de discapacidad solo porque no comprendemos lo que se nos expresa, queremos entender desde nuestros estándares de comunicación y sentimos una suerte de lástima porque quien habla en lengua de señas no nos comunica como creemos que debe hacerlo.
Esa primera idea errónea, sobre la discapacidad, se rompió desde el primer encuentro y comprendimos que tal vez somos nosotros, los oyentes, los que carecemos de la capacidad de hablar y escuchar con otros órganos del cuerpo y en particular de expresar con la persuasión y de hablar con la capacidad creadora. Un primer ejercicio de hablar a través de gestos, nos dejó heladas a muchas y no podíamos expresar ni una sola palabra, pero cuando nos hablaban con gestos, parecía que escuchábamos hablar a la mujer, se agudizaban los sentidos.
Mientras escuchábamos la historia de vida de nuestra mujer sorda, nos contagiamos de su energía, se sus ganas de ser escuchada y curiosamente la intérprete nos mencionó “los sordos son personas que hablan mucho”, refiriéndose a nuestra mujer en particular, que no perdió la oportunidad para expresar lo feliz que la hacía compartir con nosotros sobre estos temas y su gusto por el movimiento textil. Nos enseñó palabras, expresiones, nos mostró su emprendimiento, sus imágenes que de manera creativa mezclan imágenes que representan palabras con lengua de señas colombiana.
En ese ir y venir de experiencias y de empezar a dejar un lado el impacto negativo de los silenciamientos, empezamos a identificar que las voces y los silencios son bellos, son necesarios y que podemos romper con los silenciamientos porque no todos hablamos de la misma manera, no todos leemos ni escribimos de la misma forma; muestra de ello eran los nombres con los que denominamos algunas puntadas, es bien sabidos que de región en región y de país en país un Punto atrás puede llamarse un Punto tallo y el Punto Telaraña, cambia para ser el Punto de Red, nosotras también denominábamos los puntos de la manera en que podíamos y en que recordábamos.
Entonces, en esa conjunción de voces y silencios, se nos ocurrió recordar una frase que surgió en el taller Ecos de la voz y fue: “Por ser mujer” resulta que esa expresión detonó en nosotras la posibilidad de un bordado colectivo, empezaron a surgir las ideas, la paleta de colores, las imágenes, lo que queríamos expresar. Esa fue la frase en la que comprendimos que nuestras historias se habían hilado. Nuestras invitadas se emocionaron y empezaron a expresar también ideas, los bordados serían en lengua de señas, empezamos a pensar qué y cómo lo bordaríamos. Coincidimos en que la expresión elegida acogía el hilado de las historias, algunas pensamos bordar lo que pensábamos positivo de ser mujer, pero otras pensaban bordar los aspectos negativos de serlo y surgieron así los primeros desacuerdos.
La madeja no siempre es color de rosa: acuerdos y desacuerdos
Planear y emprender el bordado parecía que venía siendo un proceso lleno de ideas similares porque nos habíamos sentido cómodas con lo dialogado, nos sentíamos identificadas en las experiencias de las otras, teníamos la motivación para bordar, para aprender puntadas nuevas y estábamos listas para ser escuchadas, pero nos dimos cuenta que no era todo tan color rosa como lo dice la expresión popular, allí, en el trabajo colectivo, nos dimos cuenta que cada una tiene una forma de expresar, que si bien nos catalogamos como mujeres, eso no quiere decir que vayamos todas por el mismo camino y que mujer no es un sinónimo de unanimidad, calma o armonía, estas cualidades asignadas a las mujeres se manifiestan de diferentes formas, no llegar a acuerdos no es tan satisfactorio, pero precisamente esos desacuerdos para realizar el bordado colectivo pusieron en manifiesto la riqueza de la voz de las mujeres, fuimos capaces de expresar nuestro disgusto, de apoyar las ideas que nos agradaban y finalmente, de llegar a un acuerdo, tal vez algunas no quedamos totalmente conformes con lo decidido, pero en un acto de escucha, ese que tanto pedimos, elegimos participar, elegimos construir en colectivo y emprendimos la tarea.
Había tres posibilidades: la primera, bordar juntas, el mismo día a la misma hora en una gran tela un diseño que nos representara a todas; la segunda, bordar cada una la interpretación personal de la frase “Por ser mujer” y por último, bordar de manera individual el gesto en lengua de señas que representara una palabra o expresión que nos identificara como mujeres. La última opción fue la que escogimos, nos asesoraron en la lengua de señas y aportamos ideas para cada uno de los bordados, algunas nos pudimos reunir a avanzar, para ayudarnos a dibujar y recomendar puntadas, todas estábamos a la expectativa de la reunión final para ver lo que nuestras compañeras habían realizado, también con un tanto de tensión sobre si nuestro bordado sería bonito para las demás. El día llegó, compartimos nuestras creaciones y dispusimos nuestros bordados para la mirada de los demás.
La charla iba y venía, las fotos, la emoción, la necesidad de finalizar algunos bordados que habían llegado inconclusos, también rondaba la satisfacción de haber culminado un proceso, ese fin que llegó con algunas preguntas sobre cuál sería el próximo proyecto, qué más podríamos aprender, quién nos pudiera enseñar, cuándo nos íbamos a volver a ver. En un acto último de creación colectiva, de tres en tres empezamos a bordar la frase: “Hilando Historias”, pareciera que al final sí pudimos bordar juntas a la misma vez y a la misma hora, no estábamos tan en desacuerdo como lo habíamos pensado.
Fotografía 4. sesión de bordado presencial, costurero entre-hilos
Fotografía 5. sesión final, costurero entre-hilos
Conclusiones
A manera de conclusión, podríamos sistematizar los aprendizajes vivenciados en el proyecto, pero entendemos que es una tarea difícil y que deberían ser cada una de las mujeres participantes quienes podrían hablar de los mismos; sin embargo, podemos mencionar algunas ideas que nos quedaron grabadas en el transcurso de los encuentros.
Las voces y los silencios son tan comunes, como necesarios, cada una escoge los momentos de hablar o de callar, o al menos esa debería ser la opción que tiene cada mujer; por supuesto, muchas mujeres no tienen la posibilidad de escoger sus momentos de expresar o callar, y esa imposibilidad es precisamente una motivación para continuar buscando espacios para reunirnos, para apoyarnos, creemos que el bordado nos dio dicha posibilidad.
Varios estereotipos se asignan al bordado; uno, que es sólo para las mujeres; otro, que es una labor de la casa y tiene que ver con la réplica de ideas predeterminadas y finalmente, que debe expresar belleza para los ojos de todos. A ello respondemos, que el bordado no es sólo para las mujeres, el bordado es un acto de comunicación para todos los seres humanos; que el bordado es tan libre y liberador como cada cerebro, mano y corazón lo concibe; y recordando la obra de Tracy Emin, estamos totalmente convencidas que un diseño floral puede expresar un insulto, acto que no necesariamente es tan bonito en el ojo de todos.
La elaboración de una obra colectiva, evidencia lo que somos como individuos, es un proceso arduo, que requiere mucha comunicación, negociación que no necesariamente resulta fácil o rápida, pero que finalmente se dio, en honor a aquello que nosotras mismas habíamos criticado, y es que sería una incoherencia que nosotras mismas nos silenciáramos.
Muchos silenciamientos surgen de nosotras mismas, ya sea por imposición social, por nuestra historia de vida o creencias, aún no rompemos con esas imposiciones del destino de repetir historias familiares, aún creemos que hay voces que valen más que otras, otras creemos que nuestra voz vale más que la de los demás y en ese acto pisamos algunas vidas, logramos vislumbrar que somos seres en constante crecimiento en todas las dimensiones y que si bien no podemos sentirnos menos que los demás, tampoco podemos sentirnos por encima de los demás, también comprendimos que es un ejercicio de vida y no solo de palabras que rondan en momentos de emotividad, que es un camino largo y de un alto grado de conciencia.
La voz no es sólo la que se escucha al emitir sonidos con las cuerdas bucales, la voz tiene que ver con toda idea que emite nuestro cuerpo, los hilos hablan, existen múltiples posibilidades de leer y escribir más allá de nuestro sistema alfabético, cuánta bondad la de los hilos de permitirnos cortarlos, unirlos, entorcharlos, volverlos imágenes, palabras, expresar recuerdos y proyectar sueños, que bellos hacerse puntadas, espacios, nudos que nos representan y que registran una historia de vida y que permiten a su vez Hilar Historias.
REFERENCIAS
Angulo, Annuska, y Miriam Mabel Martínez
2016 El Mensaje Está En El Tejido. Ciudad de México: Futura Textos.
Alcaráz Frasquet, María
2016 Tirar del hilo. Una aproximación al bordado subversivo. Revista Sonda: Investigación y Docencia en las Artes y Letras, no 5:18-43.
Beard, Mary
2017 La voz pública de las mujeres. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Emin, Tracy
2003, 2004. There is no fucking peace. Appliqué blanket with embroidery. Exposición: Remembering. Australia: Roselyn Oxley9 Gallery.
Ruíz, Belén
2018 Prácticas textiles para subvertir los espacios públicos. del sufragismo al contra-feminicidio. Dossiers feministes no 23: 143-168
Solnit, Rebecca
2015 Abuela araña. Los hombres me explican cosas. Madrid: Capitan Swing libros.